lunes, 21 de diciembre de 2009

Gramática de la Guerra. Una aproximación al lenguaje que genera y valida las violencias

Por: Laura González Pérez1

http://www.cinep.org.co/node/780

 

"En una guerra uno se dice tantas cosas que ya no se puede perdonar"
Karl Von Klausevich, teórico militar alemán.



A propósito de los acontecimientos que han acompañado la agenda mediática de las últimas semanas, en la que expresiones y palabras han profundizado distancias entre gobiernos e incluso dificultades en la frontera con Venezuela, y teniendo en cuenta el marco de discusión que en la academia, la ciudadanía y los medios ha tenido el tema, vale la pena ampliar la reflexión sobre la dimensión del lenguaje y sobre los alcances de las palabras como posibilitadoras de paz y de violencias.

"¿Si no estás conmigo estás contra mí?" "¿Sálvese quien pueda?" "¿Una golondrina no hace verano?" Rastreando expresiones populares, que nos ayudarán a comprender la manera de construir y validar culturalmente nuestros imaginarios y a partir de ellos, la relación con los otros y lo otro, nos encontramos con las maneras de nombrar las convicciones, creencias y esperanzas en nuestra relación cotidiana con el mundo.

Y también el lugar del lenguaje comprendido como constructor de referentes de paz y violencias –desde la semiótica (los signos, su estructura y la relación entre significado y significante), hasta su más profundo carácter epistemológico (el lenguaje como conocimiento mismo)-. De ahí la pregunta ¿Cuál es el papel de las palabras y del lenguaje en la construcción de la paz y en la continuidad de las violencias?

Encontramos varias respuestas a estas preguntas. Por un lado, reconocer la relación directa entre la incapacidad de interlocución –vocabulario precario, bajo acceso a narrativas y lenguajes mediadores de ideas, pensamientos y sentimientos- y las violencias. "Como me decía y me decía cosas y yo no sabía qué decirle, cómo contestarle, entonces le pegué un puño con toda la ira que tenía encima2 , una acción práctica del conocido dicho: "le pegué para que aprenda", a su vez, evolución del poderoso mediador educativo de los sesenta y setenta "la letra con sangre entra".

Por otro lado, reconocer la idea de relación como objetivo de la comunicación. La comunicación sucede en la búsqueda de interacción con el entorno y con los otros. Para cualquier relación se necesitan dos como mínimo: uno que diga y otro que responda, que deje de decir, que contraproponga o que se someta.

Toda relación está mediada por palabras y lenguajes: lo que me dices, lo que te digo, como me miras, como te miro, como me nombras, como te nombro y como nos reconocemos. Esta dimensión determina nuestra postura frente a la vida, la paz, la violencia y frente a lo que sucede. En consecuencia, la posibilidad de repetición, puede tomar nuevas formas, dramáticas e imperceptibles, dada la aprobación que desde el lenguaje damos a lo que sucede, mediante palabras, discursos, músicas, artes, silencio o frases prefabricadas que apropiamos sin trascender. "Por algo será, algo debía", "algunos tienen que morir en las guerras, es la ley de la vida", "lo que no sirve que no estorbe". Así se define la forma en que construimos cada una de las relaciones que rodean nuestras vidas, a las que se suman los gestos, las poses, miradas y disposición para encontrarnos y desencontrarnos.

Es el campo relacional el que nos lleva a que algunas veces ocupemos el lugar de la víctima y otras el de victimario en nuestras relaciones cotidianas y que cambiemos de rol de un minuto a otro casi sin notarlo.

Un lugar en el que se tiene la tentación de perpetuar las relaciones de poder y de repetir y reproducir el modelo de desigualdad en la cotidianidad, como sucede en la decisión de quedarse con las vueltas o de sacar injusto provecho de un negocio. Aunque de fondo comprendemos lo nocivo que esto resulta, lo reproducimos igual, dado que la posibilidad de subsistencia y validez de nuestros imaginarios radica en que algunas cosas y relacionas sucedan como siempre. Por ello, nos esforzamos en radicalizarlas, polarizarlas y perpetuarlas para luego decir "¿por qué será que todo siegue igual después de 40 años? Es que los unos, es que los gobiernos, es que la oposición, es que los jóvenes". Desconocemos el papel real que juegan nuestras maneras de relación y nuestra cotidianidad en esta perpetuidad.

Y ¿qué es la vida histórica, de largo plazo, sino la suma de decisiones cotidianas? Es en la cotidianidad donde se juega la vida y el cambio de la historia.

La tradición oral acuña expresiones que logran insertarse 'sin filtro' en los lenguajes cotidianos: dichos y expresiones que hacen parte del repertorio de los padres, la escuela y los vecinos como "no sea bobo, no se deje", "aproveche ahora que puede" y "lo malo de la rosca es no estar en ella". El siguiente ejemplo escolar evidencia el terreno tan miope en el que solemos caer: "Hijo, métase a la fila, aproveche que usted es chiquito y no le dicen nada", para a la vuelta de 10 años decirle: "este mundo es muy injusto, vea esos políticos, vea esos empresarios, vea esos policías ¿la gente por qué se aprovecha?"

Así que nos enfrentamos a un desafío que supera toda negociación de paz, todo acuerdo político y todo debate de izquierda y derecha. Nos enfrentamos al más profundo sentido de nuestra manera de relacionarnos desde la cuna hasta la tumba. Se trata de un desafío para construir relaciones basadas en lenguajes y palabras con nuevos sentidos que se conviertan en comprensiones diferentes de las cosas, de lo que sucede, lo que nos sucede y de lo que permitimos que nos suceda.

Un lugar para la gramática

Según el diccionario Larousse, la gramática3 es el estudio de las reglas y principios que regulan el uso de las lenguas. Se define como la parte de la lingüística que estudia la estructura de las palabras y sus accidentes, así como la manera en que se combinan para formar oraciones. Así las cosas, la comprensión de la gramática de la guerra tiene un particular énfasis en los accidentes que se han ganado un lugar en los imaginarios, en las maneras de nombrar y a partir de allí en la validación, exclusión, polarización y minimización del sentido profundo que representan. ¿'Falsos positivos'?, ¿'bandas emergentes'?, ¿'dados de baja'?

Los lenguajes nos constituyen como seres políticos. Lo político, que dispone de varias definiciones relacionadas con el ejercicio del poder, nos permite encontrar un lugar que comprende la política4 como la comunicación dotada de un poder, relación de fuerzas, orientación o manera de actuar de una persona en un asunto determinado. Así que podemos afirmar que el lenguaje tiene siempre una carga política en los discursos, en las palabras que repetimos y apropiamos y en el silencio.

En esta construcción de nociones, de ideas y de acciones, el vocabulario juega un papel fundamental. ¿Cómo armamos nuestro vocabulario? ¿Cómo lo ampliamos? Más allá de considerar que leer mucho es la condición para disponer de un amplio portafolio de palabras, la tradición oral, lo que escuchamos decir, es quizá tanto o más significativo en este proceso de construcción. De no ser así, ¿cómo las palabras 'parce', 'pillo' y 'pirobo'5, tienen tanto lugar social y son repetidas y ampliamente conocidas con sus múltiples significados, sino a través de la oralidad y del voz a voz? En este proceso de ampliación del repertorio de palabras, los medios de comunicación han jugado un papel fundamental y junto con las palabras, las nociones y cargas que cada una de ellas implica.
La teoría de la Aguja Hipodérmica planteada por el teórico de la comunicación Harold Lasswell, sostiene que "los medios de comunicación 'inyectan' una información con un contenido que se da por cierto y verídico. Lo que un medio de comunicación dice es cierto y de ninguna manera requiere ser verificado. Esta teoría jamás pone en entredicho la veracidad de la información que suministran los medios y, por el contrario, legitima la capacidad de éstos de moldear conductas y de estimular a las masas para que respondan, reconociéndolas como un grupo sin criterio que puede ser manipulado por los medios, los cuales, a su vez, son instrumentos de los poderes públicos y privados". Y aplica, probablemente con el mismo éxito, la reproducción de los lenguajes, del repertorio de palabras y de gestos que representan o movilizan violencias.

Expresiones de desprecio como "y ese quien se cree", o las ampliamente divulgadas 'comunidad vulnerable', 'joven vulnerable' y 'extranjero ilegal', hasta ciertas señales con las manos – como el lenguaje propio que han desarrollado los jóvenes salvadoreños miembros de las Maras- son un claro ejemplo de esto.

Si se reconoce el papel que en esta construcción han jugado los medios de comunicación y los voceros oficiales de cada bando y de cada institucionalidad, se observa que la guerra ha logrado ampliar su repertorio de palabras de manera tan dramática que merecerían diccionario propio. Sin embargo, comprender cómo hemos cedido a la guerra la apropiación de nuestras maneras de nombrar, quizá nos ayude a entender las formas en que ésta se adueña de una cultura, trascendiendo el armamentismo, para camuflarse en su vida cotidiana hecha palabras, gestos y voz.

 

La guerra en nuestras palabras cotidianas

La decisión muchas veces no calculada de nombrar, determina nuestra intención de reconocer o no al otro como sujeto, de darle un lugar social y político y finalmente de establecer el punto de encuentro y desencuentro.

Es así como validamos la minusvalía de los 'pobrecitos' y el poder de los 'duros'. A los 'falsos positivos' como si fueran algo más inofensivo y pintoresco de lo que realmente son: un crimen de estado. A la 'limpieza social' como un tema de asepsia y no un asunto de asesinato selectivo de personas que implica reconocer que como sociedad hemos fracasado en el intento de acompañar a los ciudadanos en el ejercicio pleno de sus derechos y responsabilidades de vida común. Como indica el ex alcalde de Bogotá, Antanas Mockus: "La 'limpieza social' es reconocer que fracasamos todos: fracasó la escuela, la familia, los vecinos, el barrio, las instituciones, al aprobar que no hay otra salida que asesinar a quienes aparentemente no tienen remedio, desconociendo que todos tenemos remedio y que enderezar nuestros actos es una oportunidad innegable cuya única condición es estar vivos".

Las palabras de la guerra se reubican para ganarse un lugar en la cotidianidad y camuflarse para ser aceptadas como prácticas cotidianas vistas con 'normalidad'. Esta aprobación abre paso a violencias cada vez más extremas y dramáticas que, una vez apropiadas por el lenguaje de la normalidad, tienden a parecer poco graves y menos profundas.

En el marco de la Semana de la Convivencia, un grupo de estudiantes universitarios de Medellín expresaba: "¿Corrupto yo por pedir una comisión en cada contrato? No. Corruptos los que repartieron y se repartieron el Agro Ingreso Seguro6 … esa si es una cosa grande y grave de verdad." Esto desdibuja y fragmenta la posibilidad de comprender las implicaciones de lo que hacemos y decimos. ¿Qué es matar a una persona por celos cuando hay quienes han matado con motosierra? Con ello se abre camino la justificación de nuevas violencias.

La lista de ejemplos es larga y va en aumento. Desde expresiones cotidianas, hasta consideraciones políticas como cuando el presidente George W. Bush se refirió a la guerra de Irak como una "coma en la historia"7 o cuando en Colombia, el presidente Álvaro Uribe expresó: "Algunos tienen que morir para que los buenos vivan" en declaraciones relacionadas con los hechos sucedidos en el marco de la marcha campesina en Tarazá, Antioquia, en abril de 2008.

Justo ahora, cuando las relaciones con Venezuela ponen en vilo la historia de intercambio social, cultural, económico y de hermandad entre las dos naciones, vale la pena comprender el lugar que en la resolución de estas tensiones tienen las palabras como posibilidad, más que como campo de batalla.



Ilustración: Fabián Domínguez

 

La guerra entre líneas

A modo de glosario y con la intensión de que cada vez sean menos las palabras/frases que pronunciemos sin filtro, sin re-leer y para re-nombrar, compartimos algunas con el ánimo de ampliar nuestra comprensión que sólo sucede cuando volvemos la mirada sobre lo que ya se ha visto para verlo de nuevo o con la posibilidad de no nombrarlo nunca más.

Resignificar palabras para la guerra, sólo nos seguirá trayendo la 'incursión' de la guerra en el lenguaje, haciéndolo su cómplice, convirtiendo nuestras palabras en partícipes no silenciosas de una guerra que se repite ante la limitada comprensión del poder de nuestras palabras.

Dar de baja: matar.

Canjeables: vidas a cambio de vidas.

Falsos positivos: crimen de Estado. Ciudadanos, civiles, asesinados extrajudicialmente por miembros de las Fuerzas Armadas constitucionales, para hacerlos pasar por bajas del 'enemigo'. Porque nunca ha habido un positivo tan negativo, la expresión 'falsos positivos' no puede, de ninguna manera, reemplazar su significado.

Bandas emergentes: según el diccionario Larousse, una banda es un conjunto de personas que interpretan una obra. Cuando dos o más personas se unen para que algo nuevo emerja como una nueva idea o un nuevo proyecto, entonces son una 'banda emergente'. Emerger es surgir. Otro juego de palabras que se ha apropiado la guerra y tenemos que arrebatársela de vuelta.

Informante: en la literatura clásica, es el que lleva la buena noticia.

Y otras tantas: Filtrar, acuerdo, control, auxiliador, mediador, frente, muñeco, ajusticiar, hacer justicia y retenidos. Otra larga lista la aporta la figura literaria oxímoron : Armas inteligentes, inteligencia militar, ataque defensivo, tensa calma, cortina de humo, guerra humanitaria y reglas de la guerra.

Usted puede ayudarnos a ampliar nuestro repertorio de palabras acuñadas por la guerra, escribiendo a lgonzalezpropaz@cinep.org.co. También puede usarlas de forma diferente y resignificarlas. Ese ya sería un aporte a la construcción de paz.

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1Investigadora de CINEP - Programa Por la Paz

2Expresión de un joven de 14 años en Usme, Bogotá, narrando sus motivaciones para ejercer violencia sobre sus compañeros de salón en el colegio.
 

3Diccionario Larousse, 2009
 

4La política, del griego politikós, «ciudadano», «civil», «relativo al ordenamiento de la ciudad».
 

5El 'parlache' colombiano es un conjunto de modismos utilizados por los jóvenes, originado en las comunas populares de Medellín y suburbios de Bogotá y Cali. Originalmente era una especie de germanía, que se ha extendido sin embargo no sólo a los jóvenes de clase media y alta de la ciudad, sino que también ha tenido una influencia en el habla popular de otras regiones de Colombia a través de los medios de comunicación que le han dado espacio. La palabra 'parce', por ejemplo, se utiliza prácticamente en toda Colombia y ya es considerada un colombianismo. Universidad de Antioquia. Periódico De La Urbe. Octubre, 2007.
 

6http://www.ais.gov.co/sitio/
 

7http://www.elpais.com/articulo/internacional/gramatica/guerra/Bush/elpporint/20061006elpepiint_12/Tes

 

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