domingo, 22 de febrero de 2009

Escritor Tomás Eloy Martínez habla del amarillismo tras liberaciones de las Farc




Entrevista con el periodista y escritor argentino, quien dice que los medios hicieron una "carnicería" con las liberaciones de las Farc. "Periodistas muy serios, con una larga trayectoria, añadieron leña al fuego". También habla del peligro de quienes comentan los foros de internet sin identificarse.


Tomás Eloy Martínez (Tucumán, Argentina, 1934) sufrió una operación delicada, se sometió a curas prolongadas, y mientras tanto, escribió artículos, terminó una novela, Purgatorio, salió a cenar, viajó a México a cumplimentar a su amigo Carlos Fuentes por su cumpleaños, y además tuvo tiempo de salir a cenar con amigos, para discutir con ellos sobre todo lo que se mueve y para seguir siendo un miembro muy activo de la Fundación Nuevo Periodismo, que preside otro amigo suyo, Gabriel García Márquez. Es su carácter. Fue periodista de chico, siempre quiso contar historias, y el día en que no cuente historias (verdaderas o de ficción) dejará de ser Tomás Eloy Martínez, el periodista.


Nosotros le entrevistamos en su casa de Buenos Aires (tiene otra en Nueva Jersey, en cuya Universidad de Rutgers es profesor), en medio de uno de esos vaivenes de salud que afrontó y afronta como un jabato en la hora más alta de la fabricación de un periódico, o de una novela, antes de que viajara a España a hablar de su última novela. Si se pregunta en Argentina, en cualquier sitio, por el periodista que definiría hoy la pasión por este oficio, quién sería hoy un maestro, una mayoría dice este nombre. Aunque ha sido alentado por los premios que ha recibido por sus novelas a abandonar el oficio, ésta es su pasión; la ejerció en la revista Primera Plana, en el diario La Nación; en el exilio, que le salvó de las garras de la dictadura militar argentina, trabajó como periodista en Venezuela y en México; en este último país, en Guadalajara, puso en marcha un diario.


Aunque ha dirigido redacciones, su pasión ha sido el reportaje, y de esa dedicación es un ejemplo múltiple su recopilación Lugar común, la muerte. Después de hablar con él en Buenos Aires, les dijo a unos periodistas argentinos sobre la esencia de sus dos oficios solapados, el escritor de ficciones y el periodista: 'La literatura, si no es desobediencia, no es'. La literatura, como el periodismo, son centralmente actos de transgresión, maneras de mirar un poco más allá de tus límites, de tus narices. Todo lo que he escrito en la vida son actos de búsqueda de libertad. Nada me daba más placer -cuando publicaba mis primeros artículos en La Gaceta de Tucumán- que mi madre les dijera a mis hermanas: 'Tenemos que ir a misa a rezar por el alma de Tomás, que está totalmente perdida'.


En su ideario, dijo una vez, está la verdad como periodista, la mentira como novelista. 'El periodista tiene la obligación de ser fiel a la verdad, a los lectores y a sí mismo. El escritor, en cambio, sólo tiene que ser fiel a sí mismo'. Fiel a su alma doble, de escritor y de periodista, Tomás Eloy Martínez dice que el periodismo le ha permitido ganarse la vida con dignidad. Con esta alma 'totalmente perdida' tratamos de juntar los pedazos del periodismo de ayer y de hoy.


¿De qué viene esta pasión?


Desde que tengo memoria he querido contar historias. Como no me pagan por hacerlo, me desvié hacia el periodismo, donde eso era posible. Escribí crónicas y, como tuve un éxito modesto en esos ejercicios, cuando me propuse escribir novelas no quise dejarme llevar por la facilidad del oficio que había adquirido. Quise componer novelas puras, de espaldas a toda brizna de realidad, y no existen las novelas puras. Yo quería negar todo lo que era (el periodista, el crítico de cine, el investigador de las crónicas de Indias), y de hecho lo negué en mi primera novela, que data de 1967.


¿Y cómo ve ahora este oficio?


Ante el periodismo, ante lo que vendrá, siento una cierta perplejidad; las formas de lectura están cambiando vertiginosamente, y el periodismo de papel se está convirtiendo en un vehículo incómodo para la lectura. Mucha gente prefiere las versiones online de los periódicos, y yo les encuentro un riesgo, sobre todo en los comentarios a las noticias o a las opiniones. Por un lado, hay una libertad necesaria para escribir y para expresarse con soltura. Por el otro, el anonimato de los posteos abre el camino a una peligrosa impunidad.

No me preocupan tanto los descuidos y malos tratos a que se somete el lenguaje, que es nuestra herramienta esencial. Me preocupa más que se lea mal y que esa ligereza en la lectura derive en una ligereza en la acusación. El anonimato encubre una cierta infamia, encubre a veces sentimientos deleznables. Esto no es el periodismo, por supuesto; es una perversión del periodismo, pero es algo para lo cual el periodismo es un vehículo en este momento.


Pero había periodismo amarillo.


Lo había y lo hay. Lo que pasa es que esto potencia, multiplica, la fuerza del periodista amarillo. Todos los días vemos señales de este tipo de periodismo que se manifiesta en forma de acusación. Escribí una columna sobre la carnicería que se hizo con Ingrid Betancourt y con Clara Rojas cuando fueron liberadas por las Farc. Periodistas muy serios, con una larga trayectoria, añadieron leña al fuego de los chismes sobre su intimidad.


¿Cómo se establecen los límites?


Éste es un trabajo básico de los editores. Cuando se creó la Fundación Nuevo Periodismo, la intención era proporcionar a los jóvenes periodistas el tipo de educación sobre la edición de textos que habíamos tenido la gente de mi edad durante los tiempos de nuestra formación profesional. Esa educación ha sido arrasada ahora por la rapidez con que se trabaja.

TOMADO DE http://www.cronicaspatodos.com/2009/02/escritor-tomas-eloy-martinez-habla-del.html

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